Las historias que nos reflejan la cotidianeidad me gustan, esta sección de reseñas se ha caracterizado por poner sobre la mesa temas transgresores, de frontera y no sólo refiriéndose a la situación migratoria, sino de los límites. Esta semana reseñamos una novela que parece poco transgresora, sigue siendo cotidiana pero hasta cierto punto tradicional, encontraremos sorpresas con el uso del lenguaje: modismos, habla popular, frases hechas, dichos coloquiales, se trata de Una de Dos de Daniel Sada.
Daniel Sada nació en Mexicali, Baja California en 1953, estudió la licenciatura en Periodismo en la Escuela Carlos Septién García. Dirigió varios talleres de poesía y narrativa en la ciudad de México y otras ciudades del país. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores, del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) – Fondo Nacional para las Actividades Sociales, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, y desde 1994 formó parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Entre sus premios destacan en 1992 el Premio Xavier Villaurrutia, por Registro de causantes, en 1999 Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares, por Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, en 2006 Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada, por Ritmo Delta, en 2008 el Premio Herralde de Novela, por Casi nunca y 2011 Premio Nacional de Ciencias y Artes, en la categoría de Lingüística y Literatura.
Daniel Sada falleció el 18 de noviembre de 2011 en la Ciudad de México, víctima de una deficiencia renal, consecuencia de la diabetes. Horas antes ganó el último premio mencionado hace un momento, del que ya no pudo ser notificado.
La novela Una de Dos es un trabajo que no persigue a profundidad su característica de ser un artesano del lenguaje pulcro en gran medida con recursos como el uso de neologismos, arcaísmos y una construcción sintáctica compleja.
En cambio el punto de partida parece que no da para mucho, una anécdota de un pueblo desértico en el Norte, dónde no pasa mucho más allá de los chismes del pueblo, que cómo vemos ahí estará la clave: el lenguaje (otra vez) despliega todo su poder y nos muestra una radiografía rica empleando regionalismos y una habilidad para narrar apasionante.
La historia se centra en dos hermanas muy parecidas: Gloria y Constitución Gamal, mujeres en una edad considerada lejana del horizonte de la vida conyungal, limitadas en sus expectativas de libertad con la exigencia de encontrar un marido pero sin los medios para desarrollarse dentro de una sociedad conservadora.
Y ahí viene la parte cómica y jocosa, en cómo aprovechan el estrecho margen de su libertad para conseguir la meta que consiste en atraer a una persona del sexo opuesto, las hermanas buscan el amor a toda costa.
Y al contrario de buscar su individualidad la simbiosis se va haciendo más profunda, optan por mirarse la una en la otra. Una es la otra, ambas conforman una entidad. En el fondo la santurronería y moralina son burladas por las estrategias soberbias y algo perniciosas, y esto no se da con dolo al final de cuentas, hay un aire de desconocimiento por la falta de experiencia en esa vida tan reducida a las labores de costura y la buena imagen social.
Y llegado el hombre soltero en disputa ¿Cómo resolverán el conflicto? Una hermana cederá el lugar para involucrarse con la vida conyugal y la otra quedará fuera de la ecuación, eso lo dejamos para que se adentren en la historia de Constitución y Gloria, las hermanas que sin ser gemelas lo proyectaban.
Esta novela fue llevada al cine por Marcel Sisniega, Daniel Sada escribió en colaboración el guión, vale la pena ver la película también y ver si coinciden en algunas características sus hermanas Gamal imaginadas cuando se reflejan en la pantalla grande.
La edición que consultamos para hacer esta reseña es de Tusquets, que en su vigésimo aniversario editó títulos especiales, incluye un bello prólogo de Adriana Jiménez, pareja de Daniel Sada que nos da unos destellos interesantes del devenir de esta novela editada originalmente en 1994, cerramos con un fragmento:
“Lo que voy a decirte es algo que he pensado desde que éramos niñas… a ver qué te parece… Mira, el que seamos gemelas hasta el tope de la exageración por un lado me llena de alegría y por el otro no, y ese <<no>> me preocupa. Alguna vez dijimos que nuestro parecido era una maldición y a mí se me hace que Dios nos castigó desde que se murieron nuestros padres, pues ¡Qué casualidad que al paso de los años no nos desemejemos ni siquiera un poquillo!”