Las mujeres históricamente tenemos un desafío para visibilizar lo que hacemos y con el paso de los años hemos obtenido un papel en la vida social para destacar en el ámbito en el que nos desarrollemos, en el caso de la literatura existen iconos que forman un referente con un sello único, el estilo y la forma de construir historias nos muestran la consolidación del trabajo de una mujer de letras, todo esto lo digo por el libro que reseñamos esta semana, se trata de La Casa Junto al Río de Elena Garro.
Elena Garro nació en Puebla de los Ángeles el 11 de diciembre de 1916. Hija de padre español, de madre mexicana. Fue criada en Iguala, Guerrero siendo la tercera de cinco hermanos.
En su adolescencia, regresó a la Ciudad de México para estudiar la primaria y secundaria. Posteriormente, estudió la preparatoria en el Antiguo Colegio de San Idelfonso de la Universidad Nacional Autónoma de México. Más adelante, entró a la carrera Letras Españolas de la misma universidad pero quedó inconclusa ya que contrajo matrimonio.
Incursionó en las disciplinas de danza, coreografía y teatro, sus intereses fueron vastos durante toda su vida. En 1968 se autoexilió de México por motivos de persecución política que fueron confusos en su momento.
Fue una escritora multifacética: dramaturga, novelista, cuentista, poeta, guionista y su incursión importante en el periodismo, hasta la investigación y la entrevista, ahondando hasta el fin último de las causas que perseguía como propias, con una voz crítica.
Su obra más destacada es la novela Los Recuerdos del Porvenir, distinguida con el Premio Xavier Villaurrutia en 1963. Estuvo interesada en los temas que involucran a la tierra y los campesinos, las mujeres y su condición marginada, el exilio y la persecución, atravesados por un tinte fantástico con destellos inverosímiles
La novela corta La Casa Junto al Río, aborda la historia de Consuelo Veronda, quien regresa a España después de la muerte del dictador Francisco Franco para rastrear sus raíces en la casa junto al río, propiedad de su familia, de la cual salió siendo muy niña, cuando sus padres tuvieron que emigrar a México por la Guerra Civil. Los aldeanos tratan por todos los medios, especialmente el pavor, de estorbar los esfuerzos de Consuelo para descubrir la verdad sobre la muerte de sus tíos Adelina y José Antonio, misterio que se convierte en el enfoque central de su visita al pueblo y cuya resolución se vuelve obsesiva para ella. Es perseguida hasta que al final Consuelo vuelve a la casa junto al río, a su origen.
Un narrador nos acompaña en el recorrido de Consuelo por descubrir secretos y personajes obscuros que parece le quieren hacer daño en todo momento, cuenta con muy pocos aliados por esas calles frías de España, en el pueblo de Covadonga. De alguna forma también todos quieren ser sus familiares y explicarle generaciones de parientes que ella no logra unir en su árbol genealógico, la desolación de no pertenecer es una constante en la novela. Es un relato narrado casi en tinieblas, ese aspecto lúgubre se hace presente en todo momento.
Hay un punto en el que Consuelo se proyecta como una mujer fuerte entregada a descubrir su origen que desconoce, sin embargo también el matiz de mujer desprotegida se hace presente.
Las dos metáforas manifestadas, incluso en el título de la novela nos hablan de la casa como este refugio en el que buscamos guarecernos, también el origen de lo que somos y a dónde pertenecemos, y el río como la constante que fluye y corre a la que no regresamos.
Acompañado también de los tintes políticos ente ambos polos del post Franquismo, los republicanos y falangistas, que la acusan de comunista y la señalan por las calles como una infiltrada que va a llevar su información.
Ese ir y venir en dónde Consuelo huye a un lugar dónde no sabemos, nos llena de angustia ¿A dónde ir si no se pertenece a ninguna parte? Siendo extranjera de todo territorio, ni mexicana, ni española. Esa puede ser su principal huida, cuando no se tiene el rumbo definido de a dónde dirigirse.
Esta novela puede interpretarse como una preocupación particular que Garro manifestó en su compleja vida huyendo de un país a otro en la búsqueda y en su anhelo de regresar al terruño que vería cristalizado para los últimos años de su vida.
Sin duda adentrarnos en La Casa Junto al Río nos hará percibir esta desolación manifestada por una Consuelo Veronda fuerte, pero a la vez muy quebrada en pedazos de historias familiares inconclusas, hay que acercarse a esta autora de manera imprescindible considerada una de las mejores escritoras del siglo XX, a pesar de no contar con el reconocimiento que merece y a la sombra de su polémica vida. El libro está editado por Ediciones B, la edición es de 2011, cerramos con un fragmento:
“Consuelo comprendió que no debía haber vuelto ¡jamás! Encendió un cigarrillo. Caminaba días incoloros en espera de la última página de su calendario privado. La Consuelo de México ya no existía y la Consuelo del pueblo murió la noche del incendió, cuando sus padres trataron de salvarle la vida”.