Estamos llenos de historias que están a la espera de ser contadas, la ficción es eso un escenario del “como si”, muchas veces nos sentimos en la vida real al leer, al completar el contexto de nuestros días: la violencia, la delincuencia organizada, el narcotráfico, pan nuestro de cada día… y ¿la música? Todo esto lo digo por el libro que reseñamos esta semana se trata de Trabajos del Reino de Yuri Herrera
Yuri Herrera nació en Actopan, Hidalgo en 1970, estudió Ciencias Políticas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Antes de ingresar a la universidad participó brevemente en talleres literarios dirigidos por Agustín Ramos y Elena Poniatowska. Obtuvo su maestría en Creación Literaria por la Universidad de Texas en El Paso y se doctoró en Lengua y Literatura Hispana por la Universidad de California, en Berkeley. Trabajó en la Filmoteca de la UNAM y ha laborado también en publicidad, investigación social y como editor de la revista literaria El Perro. Ha ejercido la docencia en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México y la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte. Actualmente es profesor en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans.
Su primera obra, Trabajos del reino, publicada originalmente en 2003, fue acreedora de varios galardones, entre los que destacan el Premio Binacional de Novela 2003, en México; y el premio Otras voces, otros ámbitos del año 2008, en España. Su segunda novela, Señales que precederán al fin del mundo (2009) fue finalista al Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos del año 2011.
Confieso que tenía mis dudas, en general pienso que estos temas no son mi estilo, o no lo eran, porque Trabajos del Reino rompió mis esquemas al conectar con esas situaciones actuales y lamentables que vivimos en esta alterada e indiferente sociedad contemporánea.
El relato parte con la narración de la vida del Lobo, un hombre solitario y huérfano que se gana la vida con su música, un juglar de la nueva época con habilidad para componer en el aire, corridos que hablan sobre la vida y las desventuras, las alegrías, anécdotas y todo aquello que refleje la cotidianeidad, que va de cantina en cantina llevando sus versos, convirtiéndose en El Artista.
Un buen día se encuentra con El Rey, la clave para dar un giro a su suerte y conocer un mundo ajeno lleno de placeres, lujos, poder, producto del narcotráfico un capo de la droga que carga con un sequito de personas que le sirven: lo cuidan, lo entretienen, lo desean, lo alaban hasta que el dinero fluya y las arcas se vacíen. La promesa para pertenecer a la hermandad es ser fiel y escribir canciones que inmortalicen su señorío en el reino, cada quien tiene un papel que desempeñar para El Rey, un oficio de placer.
Hay un periodista que también está incluido en la ecuación y que busca que las canciones de El Artista estén en la radio y se hagan famosas, pero el negocio no es fácil encuentran negativas. En la historia aparece la Niña que se convierte en el gran amor y perdición de El Artista. La Niña le pertenece al Rey y los problemas van a hacerse presentes por esa relación. Habrá que decir adiós a los palacios y a las bacanales desbordantes de alcohol y drogas, a los lujos a no preocuparse por ganarse la vida. El Rey también llega a caer o está cerca como sucede en todos los reinos.
Ya no les quiero contar porque como siempre es menester invitarles a gozar y disfrutar de las historias cercanas de Trabajos del Reino, una excelente idea con un lenguaje impecable y capítulos cortos que nos dejan sin aliento. Con firmeza para narrar lo que sucede pero con la sutileza que no arropa al morbo o a la apología del delito, ojalá se acerquen a esta obra maravillosa está editada por editorial Periférica. Cerramos con un fragmento:
“El Artista se levantó con susto y caminó al escenario. En el camino presintió una silueta y un aroma de mujer distinta, pero no quiso desviar los ojos, aunque ahí quedó el hervor. Se colocó entre los músicos, les pidió Ái nomas me siguen, y se lanzó.
No era una historia nueva, pero nadie la había cantado. La había hallado a preguntas muchas sólo para escribírsela y regalársela al Rey. Hablaba de sus agallas y de su corazón, puestos a prueba a mitad de una lluvia de plomo, y con final feliz…”