¿Cómo es que una mujer puede escribir con voz masculina y construir personajes varones? Suena un poco extraño, al contrario de una práctica muy común desde la literatura que son los hombres hablando como mujeres, claro que existen casos, de inmediato recuerdo la compilación de cuentos reunidos por Ana Clavel, narrados desde otro sexo y seguramente habrá muchos más. También viene a cuento decir que dos novelas pueden hacer que los reflectores se posen sobre alguien que escribe. Todo esto lo digo por el par de novelas que reseñamos esta semana en Historias sin Spoilers, se trata de El Libro Vacío y Los Años Falsos de Josefina Vicens.
Josefina Vicens fue una escritora que nació en Villahermosa, Tabasco, en 1911 y murió en la Ciudad de México en 1988. Estudió Filosofía, Letras e Historia en la UNAM. Fue cronista de toros (publicaba bajo el seudónimo de Pepe Faroles), editorialista política (firmaba sus artículos como Diógenes García), desarrolló una larga carrera como guionista de cine, destaca por ejemplo el guión de las Señoritas Vivanco que le valió premios, se le conocen más de 90 guiones de cine, así como su militancia activa en la política en la defensa de las causas de las mujeres conformando ligas femeniles.
Sólo dos novelas fueron suficientes para que Josefina Vicens se consagrara como una autora destacada de la literatura mexicana del siglo XX: El Libro Vacío publicado en 1958 que le valió el premio Xavier Villaurrutia y fue traducida al francés en 1963, bastante después publicaría Los Años Falsos en 1982.
Comenzamos con El Libro Vacío que narra los avatares de José García y su necesidad de convertirse en escritor. Entrados ya los 50 años con una familia que mantener y las peripecias de la economía, el sueldo que no alcanza, el trabajo que detrás de un escritorio se vuelve una actividad automática, decide por fin emprender el camino hacia la escritura. José adquiere dos cuadernos para este fin, uno dónde hará las anotaciones en borrador, estos destellos de escritos menores que logra plasmar mientras se aísla de su familia y nos cuenta algunas aventuras cómplices que tienen que ver con muchos aspectos de su vida, de lo que le habría gustado y no fue, de esos sueños truncados, de su familia, de su abuela, incluso de sus fallidas infidelidades que él califica como un desastre que no es digno de ser trasladado al segundo cuaderno, este libro vacío. Entre el desafío de no plasmar nada por miedo y de vencerlo, porque como dice José, sería más sencillo no escribir.
La escritura como personaje central, a través de José García, sin duda Josefina Vicens muestra esta forma magistral de retratar la vida de un personaje varón que explora muy adelantado a su época, este destello de identidades masculinas resaltando características, este caso con la relación con la escritura en un lugar importante dentro de los afectos del personaje, que condiciona al silencio de las mujeres que tienen un papel secundario en la configuración de los roles asignados para las y los personajes, además de mostrar el machismo imperante en la construcción de relaciones entre el esposo y la esposa abnegada que lo provoca a tratarla mal por no soportar su sencillez.
A final de cuentas este ir y venir de García es la prueba contundente de un anhelo frustrado en este mundo complejo plagado de insatisfacciones y mandatos sociales.
Por otro lado su segunda novela Los Años Falsos, aunque menos laureada, es un gancho al hígado por su temática, una novela breve que es imposible no sentir como nos sacude. La historia comienza de manera confusa como un soliloquio desde el panteón donde a medida que transcurre la historia nos queda claro que Luis Alfonso Fernández está visitando la tumba de su homónimo padre, conocido también como Poncho Fernández, que muere de manera trágica… tampoco es que les quiera dar todos los detalles porque serían demasiados spoilers.
Pero digamos que Luis Alfonso a los 19 años se convierte de la noche a la mañana en el proveedor de la familia, siente entonces que usurpa el lugar de su amado padre, compañero y cómplice. Su vida se transforma en la de él, su madre le pide opinión, le contratan para ser asistente de un político de alto nivel, mismo papel que en vida desempeñara su padre, se reúne con los amigos de su difunto progenitor y hasta entabla relación con Elena la concubina. Luis Alfonso se siente acongojado, desecho y sin rumbo. Las mujeres de nueva cuenta se presentan como las desvalidas, las dependientes del hombre que dejó el hueco muy grande que llenan con otro varón que vea por ellas. Y los silencios femeninos siguen de manifiesto… ¿No será entonces que Josefina como activista política y defensora de los derechos de las mujeres, pensaría en hacer estas declaraciones como una manera de hacer visible su postura?
Me atrevo a decir que por su trayectoria puede tener sentido, otra arista además de cuestionar la estructura patriarcal, podría enfocarse a la protesta ante la imagen de la clase política que derrocha en excesos y que se relaciona con estar detrás del diputado. De cualquier manera Los Años Falsos continúa mostrando este lado pulcro y sensible de construir las historias de los apasionados varones que se muestran a nivel de radiografía, con sumo detalle de lo que sienten y cómo lo manejan, si están interesados en términos de teoría literaria a conocer el trabajo de Josefina Vicens les recomiendo el libro “La masculinidad como producción discursiva y la feminidad como silencio en El Libro Vacío y Los Años Falsos” de la académica Isabel Lincoln Strange Reséndiz editado por UAM en su colección Biblioteca de Signos.
Ambas novelas de Josefina Vicens las pueden encontrar reunidas en una edición del Fondo de Cultura Económica con prólogo de Aline Petterson lanzada en su octava reimpresión en el año 2015 con una hermosa ilustración de José Luis Cuevas realizada especialmente para la publicación.
Cerramos con un fragmento de El Libro Vacío:
“Hoy he comprado los dos cuadernos. Así no podré terminar nunca. Me obstino en escribir en éste lo que después, si considero que puede interesar, pasaré al número dos, ya cernido y definitivo. Pero la verdad es que el cuaderno número dos está vacío y éste casi lleno de cosas inservibles.”
Y de Los Años Falsos:
“A medida que crecían nos íbamos desinteresando más y más de ellas. Hasta que las pobres admitieron inconscientemente que la familia estaba dividida: de un lado, el prepotente y ruidoso mundo de los hombres; del otro, el sumiso y mínimo de las mujeres. En el nuestro, ni mi madre ni ellas tenían nada que hacer.”