En otras ocasiones hemos hablado del papel del cuento y sus desafíos, considerado dentro de la industria editorial un género menor porque no provee de las mismas cifras de ventas que la novela. En la brevedad de su composición podemos percibir el énfasis que tienen los personajes y no las historias como tal, pero su aporte es rico en situaciones, muchas veces estos planteamientos tienen un hilo conductor, por ejemplo el incriminarse una y otra vez en circunstancias de las que se podría salir bien librado, como los personajes de Los Culpables el libro de cuentos que reseñamos esta semana, escrito por Juan Villoro.
Juan Villoro nació en la ciudad de México en 1956 destaca en la novela, cuento, ensayo, crónica y libros para niños. Ha desarrollado una prosa inconfundible, que ha merecido destacados premios como el Xavier Villaurrutia, el Mazatlán, el Jorge Herralde, el Antonin Artaud y el Internacional de Periodismo Rey de España.
En su obra destacan las novelas El disparo de Argón, Materia dispuesta, El testigo y Llamadas de Ámsterdam; crónicas como Palmera de la Brisa Rápida y Dios es Redondo; libros de ensayo como Efectos Personales y De eso se trata y libros infantiles como El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica.
Los Culpables se compone de siete historias que con un lenguaje jocoso y cotidiano nos presentan a personajes con fuertes desafíos: un mariachi cansado de las canciones rancheras, un vendedor de agua para gente opulenta con jet lag permanente varado en un aeropuerto que piensa que su mujer podría engañarlo con su ex, un escritor. Dos hermanos que escriben guiones de cine y están interesados en la misma mujer, limpiadores de vidrios de edificios que apoyan a escaladores en su práctica para escalar grandes montañas, un poeta y un escritor de reportajes sobre viajes que no visita los lugares sobre los que escribe hacen un viaje por Oaxaca y Yucatán acompañados de una chica, con el objetivo de escribir ahora si sobre lo que ve.
La última historia es una breve novela sobre el secuestro de Samuel Kratzenberg guionista de documentales que se apoya de un colega para escribir un guion, esta vez el tema era la violencia, Kratzenberg es secuestrado y se desata la persecución por parte de la policía corrupta al colega mexicano que es interrogado por algunos fans de Buñuel entre otras referencias muy surreales.
En cada historia los personajes pueden salir bien librados pero no la hacen, y su distinción es que son mexicanos y todos ellos enamorados de mujeres como Brenda, Catalina, Karla, Cristi, Clara, por ellas sufrirán y accederán a realizar actos que no creían posibles. Por las mujeres y sus egos además de los puntos de quiebre que ponen a prueba su despreocupada cotidianeidad que se verá truncada por perder un vuelo, una bomba en el campo de futbol o por un papel en una película que pone a prueba su masculinidad, todas ellas situaciones locas, pero verosímiles que dan una riqueza a las historias en esa segunda intención de la que nos vamos dando cuenta mientras nos sumergimos en las historias, aderezadas con un lenguaje muchas veces soez y sí muy mexicano lleno de doble sentido y palabras altisonantes, como hablamos cuando estamos exaltados o si estamos muy felices nada de sobriedad. Es una representación de nuestra identidad y lo que somos con destellos de aquellos lugares que muchos de nosotros no hemos visto, o con personajes que no identificamos, o no la mayoría como en el cuento orden suspendido que hace un homenaje a Manuel Felguerez pintor y muralista o las referencias a Luis Buñuel en Amigos Mexicanos, entre muchos otros datos que nos demuestran una vez más el toque enciclopédico de Villoro.
Hay que acercarse a Los Culpables para mirarse y también para reconocer aquellas partes que no cuadran, en las que no nos vemos esos otros mundos que a Juan Villoro se le dan tan bien, el libro está editado por Almadía. Cerramos con un fragmento: Tengo voz, cara de ranchero abandonado, ojos del valiente que sabe llorar. Además soy de aquí. Una vez soñé que me preguntaban: “¿Es usted mexicano?” “Si, pero no lo vuelvo a ser”. Esta respuesta, que me hubiera aniquilado en la realidad, entusiasmaba a todo mundo en mi sueño.