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La curiosidad nos mueve a encontrar en la literatura propuestas que salen de lo común, ya en otras ocasiones hemos hablado de esta necesidad. Recientemente por una cuestión personal: mi mamá tiene cáncer, difícil es nombrar lo que nos sucede, me he visto en la necesidad de buscar en la literatura si no respuestas, refugio he descubierto a escritoras como Lina Meruane por ejemplo, que escriben desde la enfermedad, ese libro lo reseñamos ya hace varias semanas: Fruta Prohibida. Y al escarbar un poco más me encuentro con la literatura del cuerpo enfermo como prácticamente un movimiento equiparado al boom latinoamericano, esto lo digo por el libro que reseñamos esta semana se trata de la compilación Relatos Enfermos editada por Javier Guerrero.

Javier Guerrero es venezolano nacido en Caracas en 1977. Es profesor asistente de estudios latinoamericanos en la Universidad de Princeton. Autor de los libros Tecnologías del Cuerpo, Exhibicionismo y visualidad en América Latina y la novela Balnearios de Etiopía. Es coeditor del libro Excesos del cuerpo. Relatos de contagio y enfermedad en América Latina y del dossier crítico Cuerpos enfermos/Contagios culturales. En la compilación de Relatos Enfermos Javier incluye un sui generis texto llamado la Cena Africana que desde mi punto de vista es el más desbordado de la compilación y por esa razón logré conectar con todas esas manifestaciones fálicas que dibuja entre sangre, hermanas y mamá, pero me estoy adelantando y el asunto es cómo no contarlo todo para evitar los spoilers.

Comenzaré diciendo que nos encontramos ante 10 relatos diferentes en estilo y tema pero conectados por la enfermedad, Javier Guerrero hace la presentación de estos textos y menciona la necesidad de explorar la recurrente presencia de la enfermedad en la literatura latinoamericana nos da un recorrido sobre algunos autores y autoras que conciben sus relatos desde la enfermedad además señala un aspecto importante que tiene que ver con la desterritorialización de las y los autores pues detalla que la mayoría de ellos escriben desde otros lugares que no son el de origen como Estados Unidos o los cambios de ciudad que se dan, incluso el exilio como el caso particular de Reinaldo Arenas.

Lo más interesante de esta breve para sustanciosas introducción tiene que ver con el planteamiento de no sólo reflexionar sobre los excesos del cuerpo sino erigirse como un nuevo estatus: la literatura enferma. El hecho no es sólo hablar de la enfermedad como categoría sino de aquellas verdades que hacen posible las ficciones de salud, el contagio las ficciones que enferman. Establecerlo como algo más complejo incluso en la estructura que transgrede.

La enfermedad como pretexto para narrar y, en especial, narrar el cuerpo, por ejemplo en Lo Profundo de Lina Meruane dónde una mujer decide que quiere mantenerse con su agujero producido en su cuerpo por una cirugía, negándose a que se lo cierren; en los fantasmas del masajista de Mario Bellatín dónde un hombre acude a una clínica especializada en personas que han perdido o están por perder algún miembro, dónde trabaja un masajista que puede aliviar esos dolores de partes del cuerpo que no están pero que se sienten, o tenemos también a la Médula Espinal de Margo Glantz que descubre de dónde proviene su dolor de espalda que ni el Feldenkrais puede curar y es debido a su fascia nueva parte del cuerpo descubierta hasta por un nombre que le juega malas pasadas pues su etimología está cercana a un régimen político que desprecia: el fascismo; en Mona de Reinaldo Arenas el autor no habla desde la enfermedad como tal sino hablando de sí mismo como nota a pie de página y a su vez de otro personaje con una enfermedad mental que quiso un día destruir la Mona Lisa y que era asociado al grupo de cubanos que salieron de la isla en el exilio, “un marielito”, el relato mejor construido que enferma de a poco a su productor.

En Colonizadas de Diamela Eltit el relato más llegador para mi habla de la simbiosis creada entre una madre declarada como enferma terminal y una hija muy enferma que aunque no terminal supera en mal aspecto y síntomas a su madre que a pesar de su fase crítica la cuida y se ocupa de ella en lo que le queda de cuerpo y alma en compañía de un médico cruel y medieval que es fanático religioso, relato sacudidor y lleno de reflexión.

En La Nada de Alberto Barrera Tyzka 4 gotas de sangre nos remiten a vampiros y a una niña muerta que deambula por la casa de un matrimonio, una pareja solitaria que deberá descubrir si no es nada. O El Croata de Edmundo Paz-Soldán que llega a poner en jaque a un enfermero que trabaja en un hospital psiquiátrico y descubre que tal vez su vida podría cambiar gracias a ese alto y distinguido Croata jugador retirado de fútbol y Desarticulaciones de Sylvia Molloy y Los Enfermos de Sergio Chejfec que nos categorizan la enfermedad con estructura interesante y lugares no comunes.

Todo este cúmulo de planteamientos sobre el cuerpo enfermo, que nos inyectan la enfermedad, yo de manera personal digo que finalmente nos sanan, aludiendo a que la mente, las emociones y el pensamiento serán siempre las formas más poderosas de transformarnos en seres cargados de padecimientos o en personas sanas y funcionales. El ejercicio literario pues seguirá necesitando de estas referencias transgresoras para sacudirnos y dejarnos ahí atravesados por estas ideas enfermas, el libro está editado por el Conaculta y la editorial Literal Publishing pertenece a la Colección Dislocados cerramos con un fragmento del relato Colonizadas:

Mi madre está más enferma que yo. Mucho más. Basta verla para entender que su estado es terminal. Es terminal, dijo el médico, el médico que nos atiende a las dos, el médico que nos obliga a innumerables exámenes, el médico que nos hace respirar una y otra vez, el médico que nos deriva por interminables pasillos hasta las frágiles salas donde nos pinchan y por la orden de ese mismo médico nuestra sangre va llenando copiosamente los tubos, un día y otro. O dos veces al día, tan seguid que es inhumano e insensato. Demasiada sangre.  


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