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Algo que me gusta de quienes escriben son sus referencias, todo lo que puedes aprehender (con h intermedia por aquello de no soltar) cuando lees sus trabajos: novelas, cuentos, ensayos, esto que en el estudio de la literatura llaman intertextualidad, los vínculos para comprender el contexto, también los datos personales biográficos que interactúan con la ficción, todo lo que propicie cercanía e identificación. Esto lo digo por  el libro que reseñamos esta semana se trata de Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino de Julián Herbert.

Julián Herbert nació en Acapulco, México, en 1971. Tuvo una infancia difícil, con una madre con la que de niño vivió una vida errante por todo México. Esta vivencia la transformó en su novela Canción de tumba. Estudió literatura española en la Universidad Autónoma de Coahuila. Herbert debutó en la literatura con la recopilación de cuentos Soldados muertos (1993), luego escribió cuatro poemarios antes de publicar su primera novela, Un mundo infiel (2004).Sus obras han obtenido premios tanto nacionales como extranjeros y algunos de sus textos han sido traducidos a varios idiomas. Ha sido miembro de dos bandas de rock: Los Tigres de Borges y Madrastras. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

Entre sus premios destacan el Jaén de Novela Inédita 2011 y el Premio de Novela Elena Poniatowska 2012 por Canción de Tumba.

Todas las personas que leemos construimos nuestras preferencias con base en el agrado por leer, por engancharnos. La novela cumple su cometido en la construcción de una estructura que debe basarse en una historia que nos lleve por varios sitios que haga que las y los lectores no se sientan perdidos o desolados, y esto no está ligado ni con la extensión, ni con cuantos sucesos ocurran uno tras otro en su desarrollo.

Por otro lado el cuento se basa en un personaje clave y casi siempre en un suceso que se nos va a contar brevemente o de manera más extensa, el cuento tiene una sola oportunidad, aquello que Cortázar describía como el knock out, ese golpazo que hace que triunfe sin tregua, el cuento es inicisivo.

Julián es un contador de historias lleno de referencias, es obsesivo de la música, del arte en todas sus manifestaciones y no se diga del cine, debe ser muy placentero llevar lo que te gusta al extremo, inmortalizarlo en relatos. En su presentación en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara mencionó que volvió hasta cinco veces al cine la semana que estrenó Pulp Fiction y habló de lo que representa Tarantino en la ruptura de los ritmos de dicción, la entonación que responde a un espíritu antiguo de la versificación en inglés, el cortar y pegar, la simultaneidad de discursos lo hicieron relacionar el cine con la escritura del poeta T.S. Eliot.

Justo en la FIL Guadalajara del año pasado es que me hice de esta entrega de diez relatos que combinan lo escatológico con la violencia, las drogas, la pornografía gonzo, el narcotráfico con un humor negro que nos rasga las entrañas con risa y vacíos en el estómago, qué nos dicen “es chistoso porque es verdad”, aunque se trate de una ficción riquísima y perniciosa.

Hay personajes que ganaron mi simpatía uno de ellos es el reportero de nota roja adicto al crack que personifica a Marcial Lafuente Estefanía, un autor de novelas vaqueras muy famoso en la frontera. La farsa es para dar conferencias en pueblos con ayuda de su compadre el político Esquivel que logra alianzas con el sindicato de la secretaría de educación, todo va muy bien, el dinero fluye pero la ambición dará un giro a la historia.

También el coach de recuerdos personales con que abre el primer relato que plasma una venganza muy hilarante hacia un burócrata mexicano que vomita sobre la Madre Teresa de Calcuta en el aeropuerto de Charles de Gaulle en París.

Hay también guiños a las amigas escritoras como el aparecido fantasma de Juan Rulfo para Cristina Rivera Garza, obsesiones y admiraciones compartidas, también hay un guiño para Valeria Luiselli y su obsesión con las caries y los dientes: Ramón Rigual un artista conceptual descubre partituras en sus dientes que serán muy similares a las de otro músico. En el relato encontramos las partituras que fueron creadas con ayuda de los colegas músicos de Julián, otra de las intervenciones de la realidad en la ficción, ejercicios interesantes en el proceso de creación artística.

Y el relato de cierre es todo un universo en sí, para mí sería como una pequeña novela corta, cumple con el cometido de la frase “cerrar con broche de oro” un narcotraficante: Jacobo Montaña, idéntico a Quentin Tarantino, obsesionado con encontrar y asesinar a Quentin Tarantino, que secuestra a un académico regenerado de la mala vida adolescente que realizó su tesis de maestría sobre el afamado cineasta y que además es sobrino de la emblemática Rosa Gloria Chagoyán, de la cual administra su fortuna. Su tesis trata de la parodia y lo sublime, y constantemente en el cuento encontraremos referencias técnicas sobre el estudio de la literatura de manera formal, cine, poesía y vivencias que nos erizan la piel y nos dan risa.

Todo esto es Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino que ya no les quiero contar porque deben leer sin duda, está editado por Literatura Random House cerramos con un fragmento:

“Dispénsame si estoy arruinándote la historia. Lo hago para vengarme de Max y también quizá, por darme el lujo de vomitar un poco encima de esos lectores ingenuos que adoran la literatura redonda, sin digresiones ni contradicciones ni atajos; es gente bebé que lee como si un relato fuera una mamila”


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